Belén
Álvarez lleva años dedicada a una actividad muy personal, la construcción de
objetos luminosos. Pintora de sutiles bodegones y retratista, compagina estas
actividades con lo que ha resultado ser su más firme vocación: la transparencia.
En las 21
obras que presenta ahora, predomina un tema, los fuegos artificiales y una
sensación, la noche. El conjunto de piezas corresponde a dos series. La de
ejecución más reciente, basada en una visión más intimista de los fuegos
artificiales, y otra anterior que trata de la naturaleza, de los ámbitos más
recónditos, a veces microscópicos, de la vida.
Belén viene
experimentando con diversos materiales y técnicas en busca de un mejor
resultado expresivo y también, no olvidemos el aspecto material de obras, una
mejor construcción. Las que ahora presenta son cajas luminosas de formato y
tamaños diversos.
En su obra
destaca la elegancia del trazo y la sensibilidad para el color. Color que la
luz misma se encarga de revelar por transparencia, adentrándose y adentrándonos en el misterio
de los materiales y pigmentos que atraviesa. Se trabaja con la luz y conviene a
la penumbra. Es luz que no necesita justificaciones, cajas que dejaron hace
mucho de ser lámparas, si alguna vez lo
fueron, y parecen linternas mágicas que se expresan plenamente en una discreta
sombra.
Con Belén la
luz se refugia en la materia y desde allí nos propone su misterio. La
sensibilidad de la artista consigue que la luz revele matices, gradaciones,
contrastes y cierta magia. Una obra que es pintura, escultura, fotografía y
algo más que cuesta definir y es lo que presta a estas cajas su mayor interés.
Hay en ellas una indudable, pero bien asimilada, influencia oriental, Alguna de
las figuras, tanto si están hechas con materiales naturales, hojas o flores
secas, como si están realizadas por medios puramente pictóricos, nos recuerdan
ideogramas.
En la serie
Fuegos artificiales, la artista juega a detener y retener su luz, tan repentina
y efímera, en trazos esenciales: una gota de luz puede bastar para evocar el
movimiento, la explosión. Huye del color y el brillo excesivos, su aproximación
es sosegada y ha sacrificado con sabiduría la espectacularidad que habría
dominado el conjunto y perjudicado el equilibrio que le permite hablarnos reposadamente.
Penumbra,
misterio, unas cajas que invitan a ser contempladas con detenimiento y que sin duda crean un espacio muy
sugerente.
Texto: Rafael Colorado.
******
******
OBJETOS LUMINOSOS
En estos
objetos son protagonistas las hojas secas, las conchas y las piedras. Con estos
materiales confecciono collages que recubro con fibra de vidrio para darles
solidez y compacidad. También utilizo la resina de poliéster como soporte o
contenedor de los mismos. Están construidos artesanalmente, sin intención de
hacer prototipos, y cada objeto es pieza única y ha supuesto un problema
diferente.
Los denomino
“objetos luminosos” porque su función no es servir a la lectura ni a la
creación de ambientes, aunque si esto se consigue por añadidura, para mí es una
satisfacción. Mi propósito fundamental es iluminar materias traslúcidas para
mejorar su visión. La luz interior nos descubre aspectos casi microscópicos,
por ejemplo en el intrincado encaje de las nerviaciones secundarias de las
hojas o insinuándonos la cavidad espiral de las conchas a las que nos asoma.
La luz se
convierte aquí en el factor lúdico, tal vez no imprescindible, pero descubridor
de matices de color, transparencias, diseños y estructuras ocultas. Esta
iluminación no es casual ni aleatoria, no ha sido añadida después, sino que
desde el principio trabajo con ella y define la composición.
Los diseños
son alusiones, copias y combinaciones de determinadas estructuras/arquitecturas
anatómicas. Así, las estructuras de las escamas de los peces y los reptiles, y
a las plumas de pájaro, están recreadas por el hombre en antiguas cotas de malla
y tejados de las casas, o en esas formas tubulares que construyen las larvas
acuáticas de los tricópteros uniendo diversos materiales en su entorno.
Cuanto más
nos adentramos en los mundos submicroscópicos, más los vemos como sistemas de
estructuras y componentes inseparables interrelacionados de los que el hombre
forma parte íntegra, no sólo en sí mismo, sino en cualquiera de sus manifestaciones
físicas, intelectuales o instintivas.
Texto: Belén Álvarez.