sábado, 3 de junio de 2006

Exposición JOSÉ PORTILLA & BERNARDO PÉREZ. Sitges











TERRAE

Alfarería y pintura son artes muy antiguas y nobles pero poco hermanadas. Cuando se unen no lo hacen fraternal sino ancilarmente y en desigualdad. si la cerámica predomina en la unión, la pintura se convierte en mero motivo ornamental, más artesanía que arte. Si la pintura prevalece, la alfarería deviene mero soporte que le presta sus formas como si de un lienzo tridimensional se tratara. Excepciones hay, como entre los griegos, cuando forzaron en sus vasos el matrimonio de pintura y cerámica. Ya en el siglo XX, el modernismo, imaginativo y ambicioso, logra de nuevo la comunión. Años más tarde, en España, la genial tarea de Tomás Llorens Artigas y de Antoni Gumella, entre otros, logró que la cerámica se aupase a escultura y la pintura se sutilizases con ella en sutiles impresiones texturales y cromáticas, con lo que el hermanamiento fue fluido y fructífero, toda una nueva comprensión fraterna cerámico-pictórica.











Tras tanto desencuentro, hoy asistimos a un hermoso ejemplo de confraternidad entre la cerámica y la pintura, que se tutean y se respetan en estas piezas tan ajustadamente que cabe preguntarse qué fue conceptualmente antes si la vasija o la pintura. Si el alfarero creó al dictado de las formas que el pintor exigía para sus pinceles o si el pintor plasmó lo que la vasija, creada antes por el alfarero, calladamente demandaba. 

Sea como sea, encontramos ahora piezas siamesas por inseparables -tampoco quieren separarse-, de ambas artes donde lo que podemos llamar "artístico" tiene una carga artesanal evidente y lo que podemos llamar "artesanal" ha abandonado la costumbre para adentrarse en el reto innovador. Para tal conjunción astral, ha hecho falta conectar el potencial creativo de dos artistas: Bernardo y José, amigos añejos y eternos admiradores recíprocos.

Texto: Ricardo López Serrano.